lunes, 20 de febrero de 2012

La economía de Caná

Los economistas creen en los milagros.
Creen que creando dinero se crea riqueza, y así creen que inyectando más dinero a la economía se creará más riqueza.


Creen especialmente en el milagro de las bodas de Caná; aquél en el que Jesús transformó el agua en vino y creó riqueza donde solo había una fiesta sin gracia, una boda fracasada. Y Él, por su obra y gracia, sin esfuerzo, la transformó en un enlace feliz y de final alegre.
Los economistas creen que mezclando la buena moneda con la mala se podrá crear más moneda, más dinero, y hacer crecer la economía; y que el final será feliz y alegre en breve, sin mayores esfuerzos.


Como nos relata la Santa Biblia:

Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.    Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.     Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.     Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.     Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.     Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.     Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.     Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.     Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,     y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.     Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
Juan 2:1-11 
 Que en el relato de la crisis actual se podría transformar (sin blasfemar):
Al tercer año se hicieron unas bodas entre Washington y Bruselas. Y fueron invitados a la boda Bernanke, Dragui y los otros políticos. Y faltando los billetes, el padre Krugman le dijo: No tienen dinero. Pero Bernanke le respondió: ¿Qué tienes conmigo padre? Aún no se acerca la hora de mi re-elección.  Pero Krugman estaba allí y les dijo: haced todo lo que yo os diga. Y estaban allí seis bancos sin fondos, conforme al rito de la purificación de los banqueros, en cada uno de los cuales cabían dos o tres billones. Bernanke les dijo: Llenad esos bancos de billetes nuevos. Y los llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora y llevadlo al político. Y se lo llevaron. Cuando el político probó el dinero echo de la nada, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los banqueros que lo habían prestado, llamó al esposo, y le dijo: todo hombre se gasta primero la mala moneda y guarda la buena, y cuando ya se han agotado los recursos, entonces declara la quiebra; más tú has reservado los buenos instrumentos financieros hasta ahora. Este principio de señales hizo Bernanke en la FED, y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

Sería un relato estupendo. Bíblico.
Pero Bernanke no es Jesucristo. Ni se le parece.
En tal caso sería Satanás, que por intentar emular a Dios al infierno se condenó.
Pero él nunca fue ángel. Quizá lo fuera Greenspan, que cuanto menos tuvo un pasado sensato en el que adoraba el Becerro de Oro -del patrón oro-.



Pues solo Cristo fue capaz de transformar el agua en vino, y sólo Dios de crear riqueza de la nada sin esfuerzo cuando dio el Maná a su pueblo. 
Aunque otros todavía crean en la edad dorada, pasada, donde la comida se recogía de los árboles y el oro bajaba por los ríos.


Pero no hay posibilidad de crear dinero de la nada.
Hay que trabajar. Castigo bíblico. No es mi culpa, que fue la culpa de Eva y Adán.

Aún en época de crisis hay que trabajar más y sufrir más. Y por desgracia demasiados no pueden trabajar. Ni tampoco queda vino para la celebración.
No, no son esto las bodas de Caná.
Ni el agua se convierte en vino, ni los malos activos en dinero, ni las deudas en activos.

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