lunes, 25 de junio de 2012

Escohotado


Empecemos por lo que don Antonio Escohotado Espinosa NO es, pues es menos lo que no es que todo lo que es.
 Escohotado no es licenciado en filosofía (nunca terminó la licenciatura), ni es catedrático de sociología, no lo es por siete ceros que son siete torpedos que avergüenzan a la universidad española (otra vergüenza más del estamento universitario) y son siete galones para él. Don Antonio NO es físico, ni matemático, ni biólogo ni químico, aunque haya hecho aportaciones de importancia a la manera de entender todas estas ciencias. Don Antonio no es economista aunque sabe más de economía que todos los economistas que conozco;  y no creo que se considere economista austriaco, aunque entiende el funcionamiento social de una manera muy similar a como la entiende Hayek o la entienden los miembros de la escuela. 
Don Antonio, desde luego, lo que NO es es normal. Ni normal, ni ordinario, ni común ni acomodaticio, ni fácil con el pensamiento mayoritario. Es, como un servidor, Espinosa y orgullosamente espinoso.
Don Antonio es un Filósofo en el sentido más pleno, puro y noble de la palabra. El que podían darle los clásicos como pensador o sabio. Alguien por amor por el conocimiento. Aunque en su caso no es un amor sosegado sino otra de las pasiones que a lo largo de su vida le han embargado. Es una pasión por el conocimiento que le ha ocupado una vida apasionada.
Alguien que intenta entender a el hombre y la naturaleza. Un filósofo que cumple las más altas misiones de la filosofía:


  • Alguien que reflexiona sobre el mismo ser con su ontología en Realidad y substancia (reto a cualquiera a que la lea y la entienda). 
  • Alguien que sirve de guía y referencia para las otras ciencias (su epistemología es imprescindible); 
  • Sirve de acicate para que la sociedad piense sobre sí misma y los problemas que la acucian como en su Historia general de las drogas.
  • Alguien que ayuda en el entendimiento sobre el mundo, natural y humano, en el que vivimos, como hace en su Caos y orden donde desafía a la casta sagrade de nuestro tiempo, a la ciencia.
  • Alguien que explica el tiempo en el que vivimos y las teorías que nos llevaron aquí: Los enemigos del comercio es la historia del pensamiento económico (y no es solo eso) más importante que se ha escrito en español desde luego, y de las primeras a nivel mundial.
Nombrado professor freedom en una experiencia de ayahuasca en la selva brasileña, nosotros confirmamos con orgullo tan honroso título, pues no conocemos galón mayor que ser nombrado professor freedom, y desde luego las experiencias con ayahuasca nos parecen mucho más legítimas para otorgar títulos que las estancias administrativas de la universidad española.
Con todos ustedes, Antonio Escohotado Espinosa: professor freedom.




Aquí se puede descargar la entrevista.

lunes, 11 de junio de 2012

O banca o ética; o a Estocolmo, o a Cuenca, o a Berna.


O banca o ética; o a Estocolmo, o a Cuenca, o a Berna.


O es banca o es ética, pero no se puede ir simultáneamente a Estocolmo y a Cuenca y a Berna.
Con el “o banca o ética” no me sumo a aquellos que dicen que “banca ética” es un oxímoron, pues todo negocio bancario es inmoral. No me sumo ni a aquellos que lo dicen desde el punto de vista de la defensa del coeficiente de caja del 100% pues al prestar aquello que les han prestado están violando el deber de depósito que tenían encomendado; ni a aquellos que desde la izquierda creen que el negocio bancario es hacer dinero de la nada explotando a los demás.
No, yo digo que es “o banca o ética” pues al intentar hacer ético el negocio bancario se está intentando perseguir tres objetivos distintos al mismo tiempo, y quien tiene tres destinos lo más probable es que no llegue sano a ninguno. O se va a Estocolmo, o se va a Cuenca, o se va a Berna, pero no se puede ir a todos lados al mismo tiempo en el mismo barco.

Veamos en esencia cuál es el negocio bancario. Un banco recibe dinero de sus depositantes, que confían en él sus ahorros pues creen que los custodiará bien. El banco se guarda un mínimo de ese dinero depositado (el coeficiente de caja puede estar en torno al 5%, por ejemplo) y el resto lo presta a terceros.
¿Qué hace el banco con el dinero de los depositantes? Pues como se pueden ustedes imaginar son muchísimas las opciones de inversión que a uno se le abren cuando tiene miles de millones de euros para invertir.

Pero una pregunta más esencial aún es: ¿qué debe hacer el banquero con el dinero de los depositantes? Y entonces es cuando –de la mano del “debe”- entramos en las cuestiones éticas. Y pues el dinero que presta el banco no es suyo, sino que lo tiene en custodia -lo tiene depositado- creo que es moralmente meridiano decir que el primer deber del banquero es salvaguardar el dinero de sus depositantes. Ha de poner todo su celo en no perder ese dinero.
Si además el banquero consiguiera multiplicarlo sería estupendo para todos. Si consigue que ese dinero rente, tiene él un beneficio y puede remunerar las cuentas de sus depositantes. Pero eso sería un beneficio adicional. Ha de ser cauteloso, no vaya a ser que por perseguir un poco de interés pierda el principal.
Como se ve todo banquero tiene que perseguir dos objetivos distintos que no siempre se concilian bien: seguridad y rentabilidad. Por ello algunos (como por ejemplo Huerta de Soto) dicen que el negocio bancario como lo entendemos en la actualidad es por definición inmoral, pues se está mintiendo a los depositantes, se les dice que se custodia su dinero (que está depositado) cuando la verdad es que su dinero se presta y con él se juega.
Bastante dificultad es ya conciliar dos objetivos distintos como para añadir todavía más objetivos a la misma ecuación. Y es que no se necesita conocer los teoremas de Arrow o de Condorcet para darse cuenta que perseguir múltiples objetivos es camino seguro para no acabar en sitio alguno.
Las Cajas de Ahorros eran (digo eran pues por este mismo problema ya han desaparecido prácticamente) bancos con vocación de servicio público. No sólo que sus beneficios se destinaban a la Obra Social, sino que en su misma operación se proponían impulsar y ayudar a la economía local.
Pongamos, por ejemplo, que hubiese una tal Caja de Ahorros de Cuenca. Entre sus objetivos estaba impulsar la economía conquense, prestar dinero a los empresarios conquenses y fomentar el desarrollo de Cuenca financiando las infraestructuras que tanta falta hacen a la provincia. Así la Caja de Ahorros de Cuenca financia autopistas, polideportivos y parques empresariales todos ellos con el noble objetivo de desarrollar Cuenca.
Santas y buenas. Santas intenciones y buenas obras. ¿Cuál es el problema? Pues que con el tiempo resulta que esas inversiones no eran tan buenas, ni era tan santa la labor de quienes las gestionaban. Que los criterios por los que se concedieron los créditos no fueron criterios económicos sino políticos. Que por intentar lograr una mejor infraestructura en Cuenca no se hicieron bien las cuentas. Y que al final del camino a Cuenca se tienen infraestructuras que nadie necesita, parques empresariales que nadie utiliza, y el dinero de la Caja de Ahorros en cualquier lugar de la provincia menos en la Caja fuerte de la caja. Los Ahorros ya no están, que se convirtieron en inversiones que ahora son ruinas. Desaparecieron. Y es que las Cajas de Ahorros tenían muchos y muy nobles objetivos, pero entre tantas funciones por cumplir en su territorio se olvidaron de aquello que era lo esencial, lo que les daba hasta el nombre mismo, ejercer de Caja para salvaguardar los Ahorros de sus depositantes.
Y es esto lo que -en cierta medida- explica el relativo fracaso de las Cajas de Ahorros frente a los bancos en el sistema financiero español. Porqué las unas están arruinadas cuando los otros siguen obteniendo multimillonarios beneficios. Y es que unas tenían múltiples objetivos y todos contrarios; los otros lo tenían mucho más claro.

No estoy juzgando las intenciones de nadie. Doy por asumido que todos son buenos y lo hacen lo mejor posible por lograr el bien. No es ese el problema. No es una cuestión de ser buena o mala persona. Es cuestión de los incentivos; de la estructura misma del sistema. No es que los representantes de los partidos políticos o los miembros de los consejos de las cajas fuesen gentes perversas; ni que los miembros de los consejos de los bancos sean personas bellas. Simplemente que a unos se les encomendó realizar una cosa y la opuesta, lo imposible y lo contrario, y quien aspira a todo y a lo opuesto lo más probable es que se quede con lo puesto.

Y es ahora, cuando sabemos los rudimentos de cómo funciona el sistema bancario, cuando podemos plantearnos cómo funciona la banca ética.
“Ética” es una palabra compleja, y aunque llevemos milenios intentando hallar una “ética universal” lo cierto es que aún no nos hemos puesto de acuerdo los hombres ni en sus fundamentos. Es posible que no exista tal cosa como “una ética”, sino múltiples éticas diversas según cada tiempo y lugar, según cada cual.
Pero demos por buena que la banca ética persigue “la ética”, y demos por bueno que la banca ética se comporta de acuerdo a la ética que predica. Ese no es el problema. El problema es que siempre tendrá una disyuntiva la banca ética entre su ser sustantivo y su ser adjetivo, entre ser banca o ser ética. Exactamente igual que lo tenían las cajas. Una vez más se plantea a sus gestores la labor imposible de perseguir distintos fines.
O banca o ética, o se va a Estocolmo, o se va a Cuenca, o se va a Berna. O se va a Estocolmo a recoger el Premio Nobel por lo ético de la banca que se practica; o se va a Cuenca a dotar de infraestructuras a la provincia entera, o se va a Berna a salvaguardar el beneficio de la gestión financiera. Pero no se puede ir a Estocolmo, a Cuenca y a Berna al mismo tiempo y de la misma manera; pues lo más probable es que uno se pierda nada más traspasar la puerta.

He leído que la banca ética apuesta por la inversión en la economía real frente a la economía financiera. Loable apuesta. Pero se plantean algunos problemas. Toda inversión por definición tiene riesgo, lo real, por su propia esencia, tiene aún más riesgo. Todo negocio puede salir bien o mal. Ya sea un aeropuerto en Ciudad Real o una frutería en Cuenca. El problema es que si sale bien el banco se llevará un tanto por ciento del préstamo, si sale mal nada recuperará del principal. El futuro es incognoscible, y no sabremos si ese préstamo hecho se recuperará o no, si el negocio ha sido un éxito o un fracaso, hasta el final de la vida del crédito (1, 3, 5, 10 años).
Ante este tipo de problemas las finanzas intentan dotar de soluciones. Soluciones que, bien es cierto, a veces han sido tan disparatadas que empeoran el problema y añaden aún más riesgos, creando incluso riesgos sistémicos. Sin embargo no hemos de perder la esencia de lo analizado, los conceptos por los que fueron creados los derivados. Por ejemplo se puede comprar un seguro de crédito. Que por un lado permite al prestador asegurarse el cobro de su dinero pagando una pequeña prima por ello. Por el lado contrario se funciona como una pura aseguradora, se cobra cuota por distintos riesgos y se cubren sus riesgos por la diversificación y el análisis actuarial.
Además hay productos financieros “garantizados”. O productos financieros algo más seguros. Por ejemplo en la actualidad se da por asumido que el bono alemán se pagará. Es la inversión “más segura” que se puede adquirir en estos momentos de incertidumbre en el mercado (“inversión libre de riesgo” la llaman, utilizando lo que sin duda es un oxímoron además de una mentira descarada, por definición no puede haber una “inversión libre de riesgo” pues toda inversión implica riesgo, sino no sería “inversión”). Es por esto que muchos inversores están comprando los bonos alemanes, bajando por tanto su precio y aumentando indirectamente la prima de riesgo con el bono español, que al ser un diferencial aumenta tanto cuando sube el precio del bono español como cuando baja el del alemán.
Si los gestores de la banca ética renuncian a las inversiones financieras, ¿dónde depositan su dinero en el corto plazo? ¿cómo aseguran sus préstamos? ¿Qué harán para invertir todo el dinero que tienen depositado si no les llegan solicitudes con visos de éxito de la “economía real”?

Como se ve la banca ética es la persecución de dos nobles objetivos, realizar la labor bancaria con ética y a través de esta labor contribuir a un mejor desarrollo del mundo. El problema es que ambos objetivos son por definición contradictorios, y que en la persecución de lo adjetivo (la ética) se pierde lo sustantivo (la banca). El riesgo es que en el intento de lograr lo excelso se pierda el dinero que los depositantes han confiado al banco. Además, claro está, del problema de toda banca de que en la búsqueda de la rentabilidad desaparezca el principal.
Ya es bien difícil –sino imposible- perseguir seguridad y rentabilidad simultáneamente, ir a Berna a por los beneficios mientras uno se atrinchera en la fortaleza salvaguardando el principal; como para además encaminarse a Estocolmo y a Cuenca. Y todo al mismo tiempo.

lunes, 4 de junio de 2012

¿Toros o empleo? (Contra el 7 de los aficionados a la politología)


(((Contra el 7 de los intelectuales politólogos)))
¿Quiere usted toros o quiere usted empleo?

Han repartido las suertes en la plaza de Guijo de Galisteo –provincia de Cáceres-. La afición tenía que emitir juicio: o emplear los 15.000€ que el ayuntamiento gasta cada año en encierros y novilladas por las fiestas de la Virgen, o destinar ese dinero a “Crear empleo”.
Y el pueblo ha votado. Y ha votado por La Fiesta: 242 votos a favor de los toros, 181 a favor de los empleos. Dos orejas y vuelta al ruedo con protestas. Pañuelos blancos en la mayoría del coso con pitos entre los sectores críticos.
No han tardado en saltar a los ruedos todos los comentaristas indignados, que cual aficionados del 7 critican la decisión de sus conciudadanos y se sorprenden de que elijan a los toros frente al empleo. Incluso, en algún medio extranjero dicen que Spain is different y que prefieren seguir la fiesta antes que el trabajo.
Lo que a mí me sorprende es cómo a alguien pueda sorprenderle esta decisión, cuando es un problema de elección pública evidente.
En realidad, visto desde la perspectiva de cada ciudadano lo que se les pregunta es: ¿Quiere usted que algún vecino suyo consiga un empleo para que haga -no sé sabe qué- o prefiere que, como todos los años, haya toros en las fiestas de su pueblo -que a usted no le cobran- y tanto disfruta viendo los encierros?
Es significativo que -como siempre  que se promueve el “empleo público” o los estímulos- nadie nos diga qué función va a realizar la persona que contrate el ayuntamiento. Y tenemos serios motivos para sospechar que no será una función primordial. Ahora sabemos que los ciudadanos no la consideran esencial.
En segundo lugar tenemos un problema de presupuesto típico de la elección pública. Se da por asumido que los 15.000€ hay que gastarlos (la opción de ahorrarlos y bajar los impuestos el próximo año nadie parece haberla contemplado ni por un instante).
Y puestos a gastarlos, es obvio que la gente lo gastará en aquello que más le beneficie y le guste. Y por mucho que duela a los anti-taurinos, en España, los toros, gustan.
En tercer lugar hay un problema de dispersión de beneficios laxos y concentración de grandes beneficios. Con 15.000€ se puede contratar un sueldo medio, o dos sueldos bajos en el pueblo. Pongamos que son 2. Y pongamos que cada nuevo contratado tiene una familia muy extensa, 15 miembros. Serían 30 los beneficiados indirectamente con la medida. Sin embargo de los encierros se beneficia todo el pueblo. En un caso salen muchos ganando un poco, en el otro unos pocos ganando mucho. Si se somete a votación es obvio lo que ganará pues no se miden las intensidades, solo las preferencias. (Supongo que los 181 votos a favor del empleo se deben a que hay varios candidatos para esos puestos y todas sus familias votan con la esperanza de ser ellos los elegidos).

No hagan caso a los engaños que desde distintos sectores les sacan, o a aquellos que les indican que el pueblo es bruto y vota cosas absurdas. Lo que tal dicen nada saben de elección pública, y ya ni digamos de las nuevas corrientes de elección pública (Bryan Caplan y su “The Myth of the Rational Voter”); la elección era la más lógica dada la estructura de votación.
Me sigue pareciendo muy sorprendente lo poco que sabemos de política. Lo poco que tenemos estudiado o sistematizado las elecciones y la política. A pesar de tantas horas que se dedican a las tertulias políticas; a pesar de tantas energías como la sociedad dedica a su estructura política y las acciones de sus políticos, casi nadie sabe casi nada de las estructuras de votación o de las motivaciones que deciden su voto.
Entre aquellos que creen en la pura bondad/maldad de las opciones y que la elección es por cuestión de clase (social); y los que -casi tan obsoletos- conocen la teoría de la Elección Pública y creen que el voto es puro cinismo y cálculo de beneficios, entrambos se encuentra la realidad: Casi nadie sabe casi nada sobre las votaciones. No hay más que ver los escandalosos errores de las predicciones. 
Los sentimientos de pertenencia y de partido, la pura ignorancia de las opciones presentadas, las campañas de marketing y la propaganda son elementos determinantes de los resultados electorales. La cuestión es que nunca sabemos en qué medida o cuáles son más determinantes.
En el caso de las elecciones en Guijo de Galisteo, por lo reducido de las opciones y lo reducido del electorado, parece que era un ejercicio bastante sencillo de elección pública.

El problema, claro está, es que hay que replantearse qué se puede votar y qué no. El problema es que no se puede pedir a los ciudadanos que voten cosas que no les convienen si no se les ofrece algo concreto a cambio, pues eso sería ilógico e incoherente (Como no se les puede pedir que voten recortes si no hay a cambio bajada de impuestos). No se pueden plantear votaciones supererogatorias y luego acusar la elección de irresponsable.

Lo que hay que re-plantearse es la votación misma, son los límites de la democracia y los límites de la votación. Pues si no, los ciudadanos quedan con las banderillas puestas, entrando a todos los engaños, mareados y mal toreados, y cuando ya están para el arrastre encima pitados por los listos de siempre. Los del 7. Los intelectuales del 7. Los aficionados (y nunca mejor dicho).