lunes, 20 de febrero de 2012

La economía de Caná

Los economistas creen en los milagros.
Creen que creando dinero se crea riqueza, y así creen que inyectando más dinero a la economía se creará más riqueza.


Creen especialmente en el milagro de las bodas de Caná; aquél en el que Jesús transformó el agua en vino y creó riqueza donde solo había una fiesta sin gracia, una boda fracasada. Y Él, por su obra y gracia, sin esfuerzo, la transformó en un enlace feliz y de final alegre.
Los economistas creen que mezclando la buena moneda con la mala se podrá crear más moneda, más dinero, y hacer crecer la economía; y que el final será feliz y alegre en breve, sin mayores esfuerzos.


Como nos relata la Santa Biblia:

Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.    Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos.     Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino.     Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.     Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere.     Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros.     Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.     Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.     Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo,     y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora.     Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
Juan 2:1-11 
 Que en el relato de la crisis actual se podría transformar (sin blasfemar):
Al tercer año se hicieron unas bodas entre Washington y Bruselas. Y fueron invitados a la boda Bernanke, Dragui y los otros políticos. Y faltando los billetes, el padre Krugman le dijo: No tienen dinero. Pero Bernanke le respondió: ¿Qué tienes conmigo padre? Aún no se acerca la hora de mi re-elección.  Pero Krugman estaba allí y les dijo: haced todo lo que yo os diga. Y estaban allí seis bancos sin fondos, conforme al rito de la purificación de los banqueros, en cada uno de los cuales cabían dos o tres billones. Bernanke les dijo: Llenad esos bancos de billetes nuevos. Y los llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora y llevadlo al político. Y se lo llevaron. Cuando el político probó el dinero echo de la nada, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los banqueros que lo habían prestado, llamó al esposo, y le dijo: todo hombre se gasta primero la mala moneda y guarda la buena, y cuando ya se han agotado los recursos, entonces declara la quiebra; más tú has reservado los buenos instrumentos financieros hasta ahora. Este principio de señales hizo Bernanke en la FED, y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

Sería un relato estupendo. Bíblico.
Pero Bernanke no es Jesucristo. Ni se le parece.
En tal caso sería Satanás, que por intentar emular a Dios al infierno se condenó.
Pero él nunca fue ángel. Quizá lo fuera Greenspan, que cuanto menos tuvo un pasado sensato en el que adoraba el Becerro de Oro -del patrón oro-.



Pues solo Cristo fue capaz de transformar el agua en vino, y sólo Dios de crear riqueza de la nada sin esfuerzo cuando dio el Maná a su pueblo. 
Aunque otros todavía crean en la edad dorada, pasada, donde la comida se recogía de los árboles y el oro bajaba por los ríos.


Pero no hay posibilidad de crear dinero de la nada.
Hay que trabajar. Castigo bíblico. No es mi culpa, que fue la culpa de Eva y Adán.

Aún en época de crisis hay que trabajar más y sufrir más. Y por desgracia demasiados no pueden trabajar. Ni tampoco queda vino para la celebración.
No, no son esto las bodas de Caná.
Ni el agua se convierte en vino, ni los malos activos en dinero, ni las deudas en activos.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Genealogía de las ideas.


Genealogía de las ideas.
Y arqueología de las ideas en el siglo XXI
Las ideas que uno tiene son las que ha robado. Pues lo que define el pensamiento de una persona no son las ideas que tiene sino las ideas que elige sostener, defender, adoptar.
Pero, ¿Cómo saber quienes son los legítimos padres de las ideas? ¿Cómo saber de dónde vienen y cómo se fueron trasladando, contagiando y modificando?
Hasta ahora pocas formas había de realizar esta genealogía de las ideas, de trazar el camino hacia atrás de las ideas comúnmente aceptadas a sus padres originales, a su origen fruto de la evolución de conceptos anteriores o de combinación de distintos conceptos previos.
Normalmente los historiadores del pensamiento rastrean los escritos de los autores buscando citas o referencias a pensadores anteriores al estudiado.
Por ejemplo es destacable el trabajo del profesor Gabriel Calzada Álvarez, quien a partir de los libros de la biblioteca personal de Carl Menger, y a través de los libros de la biblioteca personal de aquellos libros que leían los autores que leía Menger, es capaz de trazar una línea de pensamiento, de transmisión de las ideas, que va directamente de la Escuela de Salamanca en la España del siglo XVI hasta el estudio de Menger en la Viena del XIX.


En el mundo académico actual es muy básico ese procedimiento de atribución de las ideas o de valoración de su importancia: se hace por la cantidad de veces que un autor o un trabajo es citado por sus colegas.
Este método es evidentemente muy imperfecto, pues se puede citar muchas veces un trabajo que tenga poca novedad, o que tenga poca calidad, y muy pocas otro trabajo de mucha mayor entidad, pero que no trate un tema que esté de moda (pues sí, también hay modas en la investigación, y son tan dominantes como la de la falda-pantalón de esta temporada). Amén de que el sistema genera incentivos al juego de yo-te-cito/tú-me-citas y ambos aparecemos más alto en el ranking científico.

Ya hay iniciativas que intentan valorar la importancia de un trabajo científico no solo por el número de veces que aparece citada en revistas académicas, sino también por el impacto que esa idea ha tenido en la sociedad en general. Así se valora el número de veces que ha aparecido en Facebook, twitter, los hipervínculos que ha tenido o diversos blogs.
Tengo la intuición de que queda muchísimo camino por recorrer en esa dirección, y lo que es más, que la gran cantidad de datos que hay en internet nos permitirían conocer muchísimo más la genealogía de las ideas, atribuir mucho mejor ciertas paternidades que ahora mismo están disputadas o mal atribuidas, generando tantas ideas bastardas.
Toda vez que el debate en economía se ha desplazado de las revistas científicas a los blogs (como el debate en economía en el XIX se realizaba más en panfletos y octavillas que en libros) y que por tanto casi toda la información sobre los debates en economía en los últimos años (¿10? ¿15?) está disponible para quien quiera utilizarla, sería muy útil explotar esa mina de datos que es la web para:
·      Por un lado conocer cómo se transmiten las ideas y saber cómo algunas de éstas se hacen víricas, se hacen memes. (Lo que sería de mucho interés para los que estamos interesados en transmitir ideas).
·      Por otro lado saber dónde y en qué contexto surgieron ciertos conceptos que luego se han ideo difundiendo.

Las ideas, en definitiva, son hijas de muchos padres, son de difícil genealogía, ya que vienen de una muy difícil familia: la de los intelectuales; y además son muy dadas a tener muchos hijos también con distintas paternidades (son muy p---- las ideas, ya lo saben).
Internet, con la mina de datos que supone para quien sepa cribar y trabajar en sus profundidades, puede ser una herramienta estupenda para atribuir paternidades, para conocer cómo se generan las virus que difunden las ideas.
Aquí dejo esta idea (que tampoco es mía, no se crea), ya solo queda rastrear en Google y en Google Scholar a través de los distintos años dónde se generó una idea, quién primero acuño el conceto.

martes, 14 de febrero de 2012

Usted es un ladrón. (De ideas)


Esa idea que usted tiene y que con tanto ardor sostiene no es suya.
Quizá usted no sea un ladrón, pero se ha apropiado de la idea de otro. Es atenuante de tan manifiesto robo que se ha apropiado de la idea de otro con buena fe, y que además la ha hecho suya habiéndola pensado. Habiéndola pensado más o menos. Si es lector de este blog probablemente más que menos.
Todos decimos tener “nuestras ideas”, pero muy pocos de verdad tienen ideas y mucho menos ideas nuevas. Como le dijo aquel (¿Yogi Berra?) al contertulio engreído que no hacía sino repetir “yo pienso que...”, “yo pienso que...”: Pensar, pensar, lo que se dice pensar, en España piensa Zubiri, los demás como mucho opinamos.
Y ni aún éstos pocos, pues toda idea es evolución de ideas anteriores, toda idea nueva es una pequeña aportación a una idea anterior. En célebre cita de Whitehead:
"Toda la filosofía occidental no es sino una serie de notas a pie de página de las obras de Platón."

¿Entonces cómo atribuir correctamente la paternidad de las ideas? Cómo saber quiénes son sus padres (las ideas suelen ser hijas de muchos padres), dónde fueron dadas a luz (las ideas suelen nacer de partos difíciles y dolorosos), y cómo fueron creciendo y expandiéndose.
Difícil es saberlo. Los memes son esas ideas que se transmiten de manera espontánea de boca en boca, y quienes lo transmiten no son completamente conscientes de la idea que están transmitiendo.
Dice Nassim Taleb sobre el éxito de las ideas que:
I will repeat the following until I am hoarse: it is contagion that determines the fate of a theory in social science, not its validity.

Por eso es especialmente importante conocer cómo se transmiten las ideas para poder transmitirlas bien y que lleguen a ser “contaminantes”.
Ya Hayek tuvo esa iluminación que llamó Second hand ideas dealers, aquellos que transmiten las ideas de otros pero que son quienes realmente influyen en la opinión pública (a través de la opinión publicada o radiada), quienes conforman las ideas comúnmente aceptadas. Todos esos intelectuales de segunda fila (o de decimosegunda), que repiten una y otra vez las muy manidas ideas por otros acuñadas, eso sí, con mucha prepotencia y como si fueran originalísimas; esos son los que influyen en la sociedad y los que pueden llegar a generar un cambio real.
 Por suerte su influencia es cada vez menor pues cada vez los ciudadanos se (in)forman a través de los medios que ellos mismos eligen (blogs, twitter, facebook...) cada uno busca su propio prescriptor, su intelectual de segunda fila que le repita lo que otro dijo antes que él.
Como muy bien dijo John Maynard Keynes (Y sí, en este blog también se cita a Keynes, un gran economista por muy mal que escriba, o mal que se le interprete, o equivocado esté lo que diga).
“The ideas of economists and political philosophers, both when they are right and when they are wrong, are more powerful than is commonly understood. Indeed the world is ruled by little else. Practical men, who believe themselves to be quite exempt from any intellectual influence, are usually the slaves of some defunct economist.
Esto es, que todo lo que hacemos hoy es consecuencia de lo que alguien difunto dijo ayer.
Aunque como se lamentaba Auden:
The words of a dead man
Are modified in the guts of the living.
Y es que cada uno de nosotros modificamos las ideas de los otros cuando las repetimos y las hacemos nuestras; cuando nos las apropiamos.
 Al fin y al cabo usted no sea responsable del robo de las ideas de otros. Sus ideas son suyas, pues hay muchas ideas por ahí pululando; y uno se define por las ideas que elige, uno conforma su pensamiento por las ideas que incorpora a su ideario, por los autores muertos que decide repetir, los conozca o no, pero que cuando los repite los hace suyos. Honrándolos según Keynes, pervirtiendo su significado según Auden.
Por ello cuando uno repita las ideas que eran de otro, en su propio fuero las transforma, y con ello se las apropia.
No, usted probablemente no es un ladrón, aunque las ideas que usted cree tener no las tuvo, sino que las adoptó.

viernes, 10 de febrero de 2012

Los tipos de interés: Marshmellow test


¿Qué son los tipos de interés?
¿Por qué si alguien me da 100 hoy he de devolverle 110 dentro de un año?
    Al fin y al cabo si usted me deja monedas, y las monedas no se reproducen solas, yo debería devolverle las mismas monedas. Ese ha sido el razonamiento durante siglos de maestros de la iglesia; y hoy en día lo es de grandes sectores de la izquierda.

     La explicación más común es decir que el tipo de interés es el precio del dinero. Es sorprendente como afirmación tan errónea sobre concepto tan fundamental en la economía tiene tal aceptación. Dejémoslo claro: el tipo de interés no es el precio del dinero, en tal caso sería el precio del alquiler del dinero, pero esta definición no explica su fundamento.

    El tipo de interés es el coste de la preferencia temporal. Son los bienes futuros que se dan a cambio de renunciar al disfrute de los bienes presentes por un periodo de tiempo.
Por ponerlo de manera poética: es el precio del tiempo; el precio de la renuncia.

Y la renuncia es dura, muy dura.
      Renunciar al placer presente de una nube es una prueba ímproba para estas criaturas de cuatro años aún cuando la recompensa será de un 100% de tipo de interés en media hora (unas condiciones envidiables):


    Es el Marshmallow test; que demuestra que aquellos que son capaces de renunciar a los bienes presentes y ahorrar tendrán mayor cantidad de bienes futuros.
(Los niños a partir de los cuatro años ya empiezan a ser capaces de entender el razonamiento y controlar su impulso de comer. Los políticos no parecen entenderlo y no controlan su impulso de gastar).

   A aquellos que antes y mejor controlan sus impulsos, mejor les fue en la vida (medido por parámetros comunes como dinero y éxito social).

      ¿Por qué se compensa con dos nubes el no comer una ahora? Evidentemente no porque haya una profe que imponga las reglas del juego; sino porque cuando esa nube no consumida se ahorra se utiliza en la industria productiva. Pasa a ser inversión. 
     Un empresario utiliza esa nube (etérea) para convertirla en bienes de capital (reales), combinarla con otros factores, y producir "algo", crear más. Y por ello satisfacer más necesidades de más personas, y poder así con el tiempo devolver dos nubes en lugar de una.

      Pero las preferencias temporales son completamente personales.
   A lo mejor necesitas comer una nube en ese momento dado (no puedes ahorrar).
      A lo mejor no confías que te vayan a devolver dos nubes en media hora y crees que más vale pájaro en mano que ciento volando (incertidumbre de régimen).
     A lo mejor prefieres comer la nube pues el futuro está muy lejos y prefieres disfrutar el momento (tempus fugit).

Yo me comería la nube.


PS: Este post no es, ni pretende ser, una explicación en profundidad de los tipos de interés ni de la teoría monetaria.
Para explicaciones más completas y detalladas en español se puede recurrir a los maestros Huerta de Soto o Juan Ramón Rallo.

lunes, 6 de febrero de 2012

¿Por qué actúan los hombres? Problemas sobre los fines


¿Por qué actúan los hombres?:
Algunas cuestiones sobre los fines

Los hombres actúan.
Los hombres hacen cosas. Eso es evidente, pero: ¿Por qué actúan los hombres? Esa es ya cuestión de mucha más enjundia, y nos lleva al problema de los fines para responderla.

Es esta una disertación sobre epistemología económica, por lo que será una disertación aburridísima para la mayoría, y perfectamente evitable para cualquiera que no tenga una obsesión económica. Sin embargo considero que es una disertación importante para cualquier economista, pues se cuestiona cuál es el objeto de la economía; interesante para cualquier humanista, pues se plantea qué pueden conocer los hombres de sus semejantes; e imprescindibles para todo economista austriaco, pues señala algunos problemas de nomenclatura dentro del paradigma y algunos problemas de conocimiento en el axioma de la acción humana.

La cuestión terminológica: objetivos y motivos

Primero hemos de aclarar la la cuestión terminológica, en economía (y muy especialmente La ascuela austriaca de economía) utiliza el término “fines” para conceptos muy distintos, produciéndose una cierta confusión.
De hecho se llega a hablar de “fines intermedios” lo que es un oxímoron, o es un fin o es un medio (inter-medio no es sino una redundancia en este caso).
Se tiende a confundir “fin” en el sentido del objetivo de la acción, aquello que se quiere alcanzar; con el motivo de la acción, con su porqué, con su razón, su motivación, en definitiva: su propósito.
Insistiendo sobre la distinción, una cosa es el objetivo inmediato (el fin), que es hasta físico en muchos casos, la situación mejor que se quiere alcanzar con la acción; y otra el motivo, la razón de la acción, que es mediato y tiene un porqué intelectual, el propósito.

De hecho, dentro del esquema de la Escuela Austriaca es argumentable decir que los fines se definen por un razonamiento circular.
¿Por qué actúan los hombres?, para conseguir unos fines.
¿Qué son los fines? Aquello que quieren conseguir los hombres cuando actúan.
Esto es en mi opinión un razonamiento circular: se define la acción en función de los fines y los fines como el objetivo de la acción.

El axioma de la acción humana frente a los fines

Pero si se acepta que la acción humana es un axioma y por tanto no debe ser explicada sino constatada, entonces se plantean nuevos problemas.
Aceptando el axioma (y ya es aceptar, pero esta cuestión la dejamos para otro argumento), entonces lo que se hace es presuponer una racionalidad a los hombres que es difícil justificar.
Nosotros sabemos, constatamos, que los hombres actúan, que actúan para perseguir unos fines es una suposición de racionalidad lógica pero injustificada por el mero axioma de la acción humana. Lo único que constatamos es que los hombres actúan, y presuponemos que sus acciones tienen sentido, objetivos y por tanto fines, pero yo sospecho que los hombres actúan por el mero hecho de actuar, porque están vivos y hacen cosas.

Los hombres actúan pues están vivos, y estar vivo en los hombres no es algo pasivo sino activo, implica acción, implica hacer, hacer algo. Es por eso que los hombres actúan: pues viven.

Hay que hacer una distinción de racionalidad, Mises dice que todas las acciones de los hombres son racionales en el sentido de que toman la mejor alternativa posible de entre las que tienen. Y eso es una obviedad lógica. Pero todas las acciones de los hombres no son racionales desde el punto de vista de que tengan una razón.
Y aquí se hace relevante la primera distinción terminológica; las acciones de los hombres son racionales desde el punto de vista de que persiguen un fin, pero no desde el punto de vista de que tengan un propósito.

 Los objetivos de los hombres ni ellos los saben
Y con éstas distinciones hechas se puede abordar mucho mejor otros problemas que planta la concepción de los fines en la escuela austriaca.
En la encomiable labor que ha hecho la economía por refutar la perniciosa teoría de que los fines (o las utilidades o los deseos) de los hombres son listas cardinales que se pueden comparar, se ha insistido mucho en que son listas ordinales, y por tanto incomparables.
Pero es que ni siquiera esto es cierto, los hombres no tienen listas ordinales de sus fines. Ni implícita ni explícitamente.
Los fines de los hombres no son algo definido, coherente y ordenado.
Más bien los hombres quieren muchas cosas, quieren cosas contradictorias, las quieren todas, y no saben porqué las quieren. Pero lo que quieren lo quieren ahora, porque mañana podrán querer otras cosas completamente distintas por los mismos motivos (esto es, cualesquiera) por los que quieren lo contrario ahora.
Como dice el gran filósofo Nassim Taleb:
"The first, and hardest, step to wisdom: avert the standard assumption that people know what they want." 

Que la mayoría de los hombres no tienen listas ordenadas escritas de sus fines es una evidencia. Los que lo hacen sólo pueden ser llamados obsesos maniático-ordenacionistas-taxonomistas. Sin embargo, la escuela austriaca de economía parece aceptar que los hombres tienen fines definidos y ordenados. De hecho con reiteración se emplea el término “se elige el fin superior” -lo que implica que hay una ordenación de ellos-.
Pero en realidad para la correcta explicación de los fines en la escuela austriaca debemos volver a la valiosa aportación –una de las pocoas valiosas aportaciones suyas- de Samuelson de: “las preferencias reveladas”. Sabemos lo que los hombres hacen porque lo vemos, pero no sabemos el porqué lo hacen.
De hecho, y esto es aún más desconcertante, cuando los hombres realizan una acción presuponemos (pues les presuponemos racionalidad) que la hacen por lograr un bien (lo contrario sería  un oxímoron ya que nadie quiere lograr un mal), pero no sabemos si logran su fin con la acción, no sabemos si cumple su objetivo, sabemos que actúan, y presuponemos que lo hacen para lograr algo, pero no sabemos ni qué quieren lograr, ni si lo logran.

En fin: La cadena de porqués.
En fin, se puede decir que mis dudas con respecto al tratamiento de los fines en la escuela austriaca parten de una importante distinción; la de los fines como objetivo y de los fines como razón. Y me parece muy importante marcar esta diferencia, pues permitirá a la escuela austriaca tener mejores respuestas a los porqués de la vida.

Una persona es más coherente, y una tesis más convincente cuantos más porqués resiste.
Si a un hombre le preguntamos: ¿por qué haces esa acción? Dará una respuesta, si le continuásemos preguntando irá dando más motivos, razones o propósitos, hasta llegar (en no menos de cinco porqueses según mi experiencia) a un razonamiento último (normalmente o Dios o porque sí).
Y por este iter de porqués pasamos de la acción misma a la economía, y de ésta a la psicología, a la timología, a la política, la sociología,  la ética y a la religión. Cubriendo por tanto toda la praxeología en el sentido amplio, cubriendo todo el hacer humano.
El marcar el carácter desordenado incoherente e inarticulable de los fines y de los objetivos de los hombres refuerza las críticas al homo economicus racional que siguen utilizando algunos paradigmas  neoclásicos, y permite a la escuela austriaca estudiar a hombres de carne y hueso, sin juzgar sus fines ni hacerles prescripciones sobre sus acciones.
Podemos estudiar a los hombres que actúan, pero no podemos conocer porqué actúan, los porqués, las motivaciones de los hombres están fuera del alcance del conocimiento de los otros hombres. Incluso de los economistas austriacos. 

miércoles, 1 de febrero de 2012

¿Estimulo o austeridad? (en rima)


¿Estímulo o austeridad?

¿Estímulo o austeridad?
¿Austeridad o estímulo?
Es el debate de actualidad
En todo el mundo.

¿Papá o mamá?
¿Ángela o Barak?
¿Merkel u Obama?
¿a quien quieres más?

Ésa es la profundidad
del circo de la política.
La decisión es muy sencilla:
gastar más o ahorrar.

cómo si diera igual,
en qué se invierte
cómo si los zanjas de ese inglés,
el famoso John Maynard Keynes

que se cavan y se vuelven a llenar,
trajesen la prosperidad,
Se diría que es un tesoro el dinero
que aparece cavando en el suelo.


¿Dónde más quieren gastar?
¿dónde quieren gastar más?
Seguro que se les ocurre mil
formas de generar gasto inútil;

pero deténganse antes a pensar,
en lo que ya hemos despilfarrado.
Y dejarán para otro rato
ese de seguir malgastando.

¿En Infraestructuras?
No caben en el patrio suelo,
otro aeropuerto sin vuelos,
otro AVE sin pasajeros,
otra autopista sin camioneros.

¿Subsidios al desempleo?
Con cinco millones de parados,
ya muchísimo nos gastamos;
no digo que mucho les damos,
digo que son demasiados.

¿Quizá en la sanidad
nos deberíamos gastar más?
No pagamos a las farmacias
No pagamos las medicinas
y quieren gastar más sus señorías.


Esta supuesta austeridad
que a mi querida abuela
se lo vaya a explicar:
¡Gastar más de lo que se ingresa!

Los supuestos austeros
despilfarran nuestro dinero
a manos llenas reparten
a diestro y siniestro.

¡Y dicen que hacen un esfuerzo¡
Con 50.000 millones de déficit,
gastando miles de millones de euros,
Yo el esfuerzo no lo veo.

¿Entonces qué hacemos?
pues lo más difícil: reformemos.
Reformemos el país entero,
del techo al suelo:

Reformemos la ley de empleo,
tomemosnos la educación en serio,
liberalicemos la economía
y entonces creceremos.

El presupuesto equilibrado,
es condición sine qua nom
pero no crea puestos de trabajo.
(Tan solo no los elimina).

Y ni todas las reformas juntas,
solucionarán nuestros los problemas,
sin pasar antes muchas más penurias,
la economía no se estimula.

¿Estimulo o austeridad?
¿Austeridad o estímulo?
Pues ni papá ni mamá,
la respuesta es: ¡A reformar¡


PS: Y uno que pretendía ser serio,
y le salió el articulillo en rimas.
A un servidor le pierde el ripio,
y le irritan las tonterías.