Rubaiyat, Omar
Khayyam
Feliz,
felicidad, la felicidad. Ser feliz.
La felicidad
parece ser el mayor bien al que aspiran los hombres, el culmen de todas sus
aspiraciones, aquello que no dejan de perseguir, lo que no cesan de buscar,
lo que siempre anhelan pero...
¿Qué es la felicidad?
Desde
los primeros pensadores los hombres se han formulado esta pregunta, los sabios
griegos como Aristóteles, para quien el bien supremo es la felicidad e
identifica felicidad con sabiduría:
"La
verdadera felicidad consiste en hacer el bien."
En
tiempos de los romanos los tratados sobre la felicidad eran moneda común, como
el De vita beata, del estoico Séneca,
traducido con el significativo título “De la felicidad”.
Y es que como muy bien indican Ravel los primeros filósofos eran sabios que reflexionaban sobre los problemas que acucian a los hombres, y el primero y mayor de los problemas sobre el que los hombres reflexionan es sobre la felicidad, eterna o terrena.
Y es que como muy bien indican Ravel los primeros filósofos eran sabios que reflexionaban sobre los problemas que acucian a los hombres, y el primero y mayor de los problemas sobre el que los hombres reflexionan es sobre la felicidad, eterna o terrena.
Pero
parece que esta labor de la academia de buscar de manera científica lo que más
interesa a los hombres es una labor completamente abandonada en nuestros tiempos. Como muy bien denuncia Alain de Button en una célebre conferencia; si uno entra a una
universidad y se pone a hablar de los temas que preocupan a los hombres de
manera más profunda (felicidad, transcendencia, Dios, amor) le tacharán de poco académico y le indicarán la salida. Y es que la universidad parece ser
"universal" para todo menos para lo esencial.
O
como dice el popular periodista David Brooks en su best-seller “The social animal”:
“We still have academic fields that often treat humans beings as rational utility-maximizing individuals”. “We are good at talking about material inventives, but bad about talking about emotions and intuitions. We are great at teaching technical skills, but when it comes to the most important things, like character, we have almost nothing to say”
(Donde
pone “character” se puede poner “felicidad” para indicar que de lo más importante poco tenemos que decir aún a
día de hoy).
También dice algo parecido el célebre monje budista Matthieu Ricard, quien es nombrado como “el hombre más feliz del mundo” (Cómo se puede llegar a valorar quién posee tal condición es algo que se me escapa) en el libro “El monje y el filósofo”:
“Es cierto que la biología y la física
teórica han aportado conocimientos extraordinarios sobre el origen de la vida y
la formación del universo. Pero ¿permiten acaso estos conocimientos elucidar
los mecanismos fundamentales de la
felicidad y del sufrimiento?
No hay que perder de vista los objetivos que uno mismo se fija.”
Ha
sido la iniciativa privada extra-académica a través del patrocinio de Coca-Cola
y el auspicio del célebre científico/político/traductor/divulgador/showman/liberal/caricaturesco/divertido/padre/candidato/presentador Eduard Punset quien monte el Instituto de la Felicidad Coca-Cola y quien organice el Congreso de la Felicidad.
(Supongo que no puede haber persona más
adecuada para hablar de la Felicidad que Punset, ya que dice tener la Fórmula de la felicidad... o cuanto menos la vende como si la tuviera).
Es éste un interesante congreso en el que se
invitan por igual a religiosos (parece ser que la religión todavía tiene mucho
que decir sobre las cuestiones esenciales que atañen al hombre) y científicos. Científicos
no economistas, sino médicos, antropólogos o psiquiatras.
¿Qué
aporta la economía (como la ciencia preponderante en nuestro tiempo) a este
conocimiento sobre la felicidad que lleva el hombre persiguiendo desde sus
orígenes?
¿Cómo
se mide, trata, fomenta o persigue la felicidad desde la perspectiva económica?
Es a
este estudio a lo que este blog va a dedicar una larga serie de post.
Espero
que les sirva, y que les ayude a ser algo más felices...
...O
no. No lo espero pues ya les adelanto que quien esto suscribe no sabe casi nada
sobre la felicidad, ni cree que muchos sepan algo, ni cree que ese saber se
pueda transmitir.
Pues
como dice el Rubaiyat de Omar Khayyam:
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