miércoles, 1 de agosto de 2012

La emboscadura


DE LA EMBOSCADURA:

La emboscadura, de Jünger, es un libro abierto a tantas interpretaciones que es muy fácil hacer malas interpretaciones.
Yo he ordenado algunos extractos del libro de un modo muy personal, en mi particular hermenéutica que tan solo muestra la lectura que yo he hecho del texto.

La emboscadura es un libro que llama al cambio radical, a la transformación de la sociedad. Escrito por un soldado que en su momento llamó a la guerra el libro llama a la transformación a través de la poesía:
De ahí que no nos esté concedido quedarnos en la imaginación, a pesar de que es ella la que otorga su fuerza básica a las acciones. Nivelar las imágenes y derribarlas es algo que precede a la lucha por el poder. Por este motivo no podemos prescindir de los poetas. Ellos son los que introducen la subversión y los que inician también el derrocamiento de los Titanes. La imaginación y con ella el canto forman parte de la emboscadura
Es tan profundo su pensamiento que:
El pensador penetra en un terreno donde resulta por fin posible establecer una alianza no sólo con los teólogos, sino también con los poetas.
Lo que es el proyecto del pensamiento completo. Unión de todos los conocimientos, algo que Jünger persiguió toda su vida y que completó con sus experiencias con LSD y su amistad con Hofmann.

Jünger no abandona nunca la racionalidad, de hecho dice de las conferencias internacionales que:
De ahí que en congresos y en conferencias se adopten unas resoluciones cuya estupidez y cuya peligrosidad son mucho mayores que las que tendría la sentencia dictada por una persona cualquiera sacada del primer tranvía que pase ante nosotros
Algo que a día de hoy muchos seguimos pensando. Lo único que parece haber cambiado es que quien viaja en el tranvía de hoy en día va bajo tierra.
Pero sabe que la racionalidad no es suficiente, que “el pensamiento racional es cruel”, y que lo que mueve a los hombres es el mito, el héroe:
El mito no es historia ocurrida en un tiempo anterior; es realidad intemporal que se reitera en la historia.

Y Heracles es el mito sobre el que se funda el liberalismo:
Heracles es el proto príncipe; hasta los dioses han de recurrir a él en su lucha con los Titanes. Heracles deseca los pantanos, construye canalizaciones y hace habitables las tierras yermas; para ello mata los monstruos y los animales feroces. Heracles es el primero de los héroes sobre cuyas tumbas se funda la polis y cuya veneración mantiene en pie a la ciudad.

Y es que La emboscadura es un libro liberal. Pero de una libertad real, que ha de ser adquirida, conquistada:
Vistas las cosas históricamente, todo cambio acaecido en lo necesario comporta también una modificación de la libertad. Esto es lo que explica que hayan caducado los conceptos de libertad de 1789 y que esos conceptos sean incapaces de hacer valer su autoridad frente a la violencia. La Libertad, sin embargo, aunque siempre se recubra con los ropajes propios de cada tiempo, es inmortal. A lo cual se añade que es preciso readquirirla una y otra vez. A la libertad heredada es menester afirmarla en las modalidades que vienen acuñadas por su encuentro con las cosas que históricamente son necesarias.

Un libro que apoya la libre competencia y teme al estatismo:
Donde desaparece la  competencia se corre el riesgo de que surja una especie de estirpe de rentistas mantenida a costa del Estado, mientras en la política exterior perdura la competencia, es decir, la carrera de competición entre los diferentes Estados. Por esa brecha es por donde penetra el terror. 
Entre otros, el terror que provoca el igualitarismo: los tiempos  empeñados en implantar la igualdad de todos los seres humanos cosecharán frutos completamente distintos de los esperados.
Un libro que hace la más certera defensa de la propiedad privada: En los sitios donde lo que se pretende es atacar la propiedad en cuanto Idea, la consecuencia necesaria será la esclavitud.

Pero también un libro que critica la mera riqueza material:
Aquí se corre el peligro de padecer la suerte de aquellos españoles comandados por Hernán Cortés a los que, en la « Noche triste», el peso del oro del que no quisieron separarse arrastró al fondo de las aguas. 
Porque, la riqueza no son posesiones, aunque sea necesaria la propiedad privada:
La riqueza del ser humano es infinitamente mayor de lo que él supone. Es una riqueza que nadie puede quitarle y que, en el transcurso de los tiempos, aflora una y otra vez a la superficie haciéndose visible sobre todo cuando el dolor ha removido las profundidades.

Escrito en las circunstancias más difíciles, en 1951, reción terminada la Guerra Mundial y cuando Jünger estaba bajo sospecha por sus relaciones con el nazismo, la emboscadura es un canto pacifista (de un autor que había escrito los libros más pro-bélicos tras la Primera Guerra Mundial); pero es un canto pacifista basado en la resistencia, en la dignidad de la resistencia. Es un libro que llama a la paz. A defender la paz, no ha darla por dada:
Una de ellas es la suposición de que la inviolabilidad del domicilio se funda en la Constitución y se encuentra asegurada por ella. En realidad la inviolabilidad del domicilio se basa en el padre de familia que aparece en la puerta de la casa acompañado de sus hijos y empuñando un hacha en la mano. Sólo que esta verdad no siempre se halla a la vista; y tampoco constituye una objeción contra las Constituciones. Lo que vale es el viejo adagio: «Es el hombre el que garantiza el juramento, no el juramento el que garantiza al hombre»
Porque: Es el hombre libre el que le otorga sentido a las armas.
Ya que: La grandeza humana es algo que hay que conquistar una y otra vez con lucha.

Y Jünger, el gran admirador de la grandeza humana, lamenta que sean unos pocos los que estén dispuestos a defender su libertad, a ejercer su grandeza:
La persona singular ha de saber si, frente a ello, para él tiene más peso la libertad. Ha de saber si estima más el ser de un determinado modo o el ser sin más. El auténtico problema está, más bien, en que una gran mayoría no quiere la libertad y aun le tiene miedo. Para llegar a ser libre hay que ser libre, pues la libertad es existencia. La libertad es ante todo la concordancia consciente con la existencia y es el placer, sentido como destino, de hacerla realidad.
¿Por qué? Pues porque el miedo paraliza a la mayoría:
Ninguno de los vivientes podrá eludir estas dos piedras de toque, estas dos ruedas de molino: la duda y el dolor. Son los dos grandes medios de la reducción nihilista. 

La pregunta básica en estos remolinos dice así: ¿es posible librar del miedo al ser humano? Tal cosa es mucho más importante que proporcionarle armas o que proveerle medicamentos. El poder y la salud están en quien no siente miedo.

La buena noticia que nos anuncia La emboscadura es que sí, que unos pocos hombres son capaces de vencer el miedo y ser libres, que hay unos pocos que valoran más el ser de un determinado  al ser sin más. Y que esos pocos hombres pueden cambiar la sociedad. Pueden traer la libertad:
Vamos a contentarnos con la sospecha de que en una ciudad de diez mil habitantes hay cien personas que están decididas a demoler la violencia. En una ciudad de un millón de habitantes viven diez mil «emboscados», si es que queremos servirnos de esa palabra, aunque todavía no tenemos una visión completa de su alcance. Esto representa un poder enorme. Basta para derribar incluso a tiranos muy poderosos.

De un hombre que vota «no» en unas, así llamadas, «elecciones en favor de la paz» cabrá aguardar que ofrezca oposición en cualesquiera circunstancias y de modo especial cuando pasan apuros los dueños de la violencia. En cambio, no existe en absoluto la misma seguridad de que se mantenga el aplauso de los otros noventa y nueve si las cosas empiezan a tambalearse. En tales circunstancias la minoría se asemeja a un virus que causa un efecto enorme, imposible de calcular, y que impregna la totalidad del Estado

Unos pocos, unos poquísimos votos disidentes, nos dice Jünger, son la salvaguarda de la libertad y la dignidad, son el inicio del cambio, el resquebrajamiento del Estado.


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