martes, 10 de julio de 2012

Santayana



Ya nadie se acuerda de Santayana.
¿Quién se acuerda ya de Santayana? ¿quién le lee? ¿quién le estudia? ¿quién le reivindica?
  
Parece que nadie. Ese es el precio de la independencia y el aislamiento. Ya nadie lee al sabio, ya nadie sigue el erudito. Ese es el precio de ser nómada en lugares y pensamiento.

Abulense educado en Harvard, pasó el final de su vida confinado en Roma.
Apenas una calle en un polígono industrial y un instituto de secundaria le recuerdan en Ávila. Abandonó muy pronto la ciudad castellana como para dejar huella en ella. (Ni siquiera en su nombre quedó su patria, como George y no como Jorge ha pasado a la historia de la filosofía).
 Fue uno de los pocos que dejaron Harvard. No le gustó ni la vida universitaria, ni la vida americana, siempre fue un extraño en el Nuevo Mundo. Tampoco allí ya se le recuerda a pesar de lo agudo de sus comentarios sobre el americanismo.
Recluido en un convento en Roma pasó los últimos años de su vida cuidado por las monjas de la pequeña compañía de María.
Como hombre de letras se refugió en las cartas y en ser referente de la cultura de su época. Ya nadie lee esas letras ni recuerda al viejo sabio que recorría la vieja ciudad.

Escribió El último puritano con gran éxito de ventas, y después de él ya no quedan puritanos. ¿Pero cómo le van a reivindicar los puritanistas si él mismo era homosexual? (“I think I must have been that [gay] way in my Harvard days, though I was unconscious of it at the time.”)

Católico, siempre inquietó su catolicismo en Estados Unidos. ¿Cómo no va a inquietar si era ateo? ("There is no God, and Mary is his mother." es el ingenioso aforismo con el que se suele resumir su pensamiento).
 Ni los ateos le recuerdan, ya que era católico, ni los católicos le reivindican, ya que era ateo. Quizá las monjas con las que pasó sus últimos años conviviendo...

Filósofo, escribía filosofía en verso. Poeta, hacía de la filosofía versos. Él mismo escribió de “los poetas filósofos”, pero nadie escribe ya ni de su filosofía ni de su poesía.

Siendo realista creía que la realidad tenía en sí las esencias, combinando de un modo singular realismo y platonismo. Singular y tan complejo que aún a día de hoy sigue siendo conflictivo la interpretación de sus textos.

Santayana no fue liberal. De hecho rechazó el liberalismo y suele considerarse como un exponente del conservadurismo del siglo XX. Sin embargo es su crítica al liberalismo tan aguda y tan inteligente, que su texto merece un análisis detenido. Análisis que en mi caso me lleva a reafirmarme en mis principios liberales.
Analicemos su texto “La ironía del liberalismo” de 1921. Un texto donde intenta demostrar que el liberalismo es contradictorio en sus propios términos.
Comienza con:
Los antiguos, que algo sabían de estas cosas, la libertad y la prosperidad eran difícilmente compatibles; sin embargo, el liberalismo moderno querría reunirlas. Los liberales creen que la libre investigación, la libre invención, la libre asociación y el libre comercio producen la prosperidad.

Pero luego se cuestiona si el mero poseer da la felicidad, una cuestión que aún muchos liberales a día de hoy confunden liberalismo con bienestar material, pero como dice Santayana:
Ahora bien, ¿cuál es la dirección del cambio que les parece un progreso a los liberales? Un liberal puro replicaría que la misma dirección de la libertad: el ideal es que cada hombre se mueva en la dirección que le plazca, con ayuda de quienes estén de acuerdo con él y sin interferencias de quienes no lo estén. Concebida de este modo, la libertad sería idéntica a la felicidad, a la vida espontánea, vivida sin culpa y con seguridad, y el impulso del liberalismo dar a cada uno lo que quiera, en la medida en que fuera posible, sería idéntico a la amabilidad
Y es importante que el liberalismo en esencia renuncia a juzgar la felicidad o los fines de los demás, pues una vez que los persiguen hemos de asumir que son los que desean perseguir.
Y esta ironía es la que presenta Santayana, pues los liberales no se quedan en esa mera distancia de juicio que no juzga, sino que pasa a admirar más el progreso decimonónico que ningún otro, no porque haya sido lo que la mayoría de las personas hayan perseguido, sino porque lo consideran bueno en sí mismo. Y entonces, cuando el liberalismo propone unos valores concretos, o un determinado progreso, es cuando se vuelve esnobismo (y bien cierto es que los liberales tienden a ser snobs, en 1921 y en el 2012):
La filosofía liberal, en este punto, deja de ser empírica y británica para convertirse en alemana y trascendental. Ahora opina que la vida moral no es la búsqueda de la libertad y la felicidad de cualquier clase por toda clase de criaturas diferentes; es el desarrollo de un solo espíritu en la vida a través de una serie de fases necesarias, cada una más elevada que la precedente. En consecuencia, nadie podría en realidad o en última instancia desear algo distinto de lo que desean los mejores. Este es el principio del esnobismo más elevado y, de hecho, todos los liberales serios son esnobs superiores.
Pero entonces se esfuerza George en demostrar que sí hay valores morales, y lo que es más, que los hombres eligen distintos caminos, y que la mera apelación a la libertad no es suficiente (“¿no serían los animales, al menos aquellos que no son gregarios, los liberales perfectos?”)

Y Santayana habla del amor, señalando que la libertad total no garantiza el éxito en el amor, que se rige por otras leyes más allá de la propia voluntad, que cuando nos domina puede no llevarnos a la felicidad. Pues el ideal del amor romántico no lleva sino a la insatisfacción en su comparación con la realidad, dice:
¿Y qué ocurre con la libertad en el amor? Si hay una criatura candorosa y alada entre los inmortales, es Eros; cuanto más libre e inocente sea el amor, más revoloteará, mayor será su alcance y más alto se remontará.
Y también habla de la filosofía, pues la política liberal no llena la vida del hombre. Y dice que cuando se presenta a los hombres la posibilidad de alcanzar todo el bienestar material también se les presenta la frustración por no alcanzarlo:
La política no puede proporcionarle la verdadera libertad al alma; esa libertad ha de lograrse, si se puede, mediante la filosofía, pero el liberalismo puede deparar muchas oportunidades para lograrla en la vida externa del hombre


Como se ve Santayana no se consideraba un liberal. Pero su crítica a el liberalismo sigue siendo válida 92 años después, señalando lo mejor del liberalismo, y señalando lo poco que en ciertos aspectos nos hemos corregido nosotros mismos, los liberales.
Que todos los hombres persigan sus propios fines, y que persiguiéndolos asumamos que persiguen su felicidad, no quiere decir que todos los caminos lleven a la felicidad de la misma manera (ni que esta sea única o la misma para todos).
Que el liberalismo produzca bienestar material no quiere decir que ese sea su objetivo, ni que a este fin se pueda sacrificar todo principio.
Que el liberalismo es una teoría política, una doctrina económica, y una visión del mundo, todas estas cosas muy ciertas y muy necesarias, pero no son ni una poesía ni una filosofía, ni una guía para vivir ni una respuesta a la trascendencia, sino la libertad para perseguir cualquier respuesta, es abrir las puertas, ampliar las opciones, pero no una guía para el camino.

El liberalismo es tan solo el principio, no hace el recorrido, tan solo traslada a cada individuo la responsabilidad de elegir qué camino seguir.

¿Quién se acuerda ya de Santayana? ¿quién le lee?
(Según googleo veo que Savater todavía le recuerda, e incluso le dedica un    vídeo explicando su pensamiento.O que se organizó un congreso científico sobre su pensamiento).

Pero, ¿quién recuerda hoy en día a Santayana?

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