¿Quién
se acuerda ya de Santayana? ¿quién le lee? ¿quién le estudia? ¿quién le
reivindica?
Parece
que nadie. Ese es el precio de la independencia y el aislamiento. Ya nadie lee al sabio, ya nadie
sigue el erudito. Ese es el precio de ser nómada en lugares y pensamiento.
Abulense
educado en Harvard, pasó el final de su vida confinado en Roma.
Apenas
una
calle en un polígono industrial y un instituto de secundaria le recuerdan
en Ávila. Abandonó muy pronto la ciudad castellana como para dejar huella en
ella. (Ni siquiera en su nombre quedó su patria, como George y no como Jorge ha
pasado a la historia de la filosofía).
Fue uno de los pocos que dejaron Harvard.
No le gustó ni la vida universitaria, ni la vida americana, siempre fue un
extraño en el Nuevo Mundo. Tampoco allí ya se le recuerda a pesar de lo agudo
de sus comentarios sobre el americanismo.
Recluido
en un convento en Roma pasó los últimos años de su vida cuidado por las monjas
de la pequeña
compañía de María.
Como
hombre de letras se refugió en las cartas y en ser referente de la cultura de
su época. Ya nadie lee esas letras ni recuerda al viejo sabio que recorría la
vieja ciudad.
Escribió
“El último puritano”
con gran éxito de ventas, y después de él ya no quedan puritanos. ¿Pero cómo le
van a reivindicar los puritanistas si él mismo era
homosexual? (“I think I
must have been that [gay] way in my Harvard days, though I was unconscious of
it at the time.”)
Católico,
siempre inquietó su catolicismo en Estados Unidos. ¿Cómo no va a inquietar si
era ateo? ("There is no God, and
Mary is his mother." es el ingenioso aforismo con el que se suele resumir
su pensamiento).
Ni los ateos le recuerdan, ya que era
católico, ni los católicos le reivindican, ya que era ateo. Quizá las monjas
con las que pasó sus últimos años conviviendo...
Filósofo,
escribía filosofía en verso. Poeta, hacía de la filosofía versos. Él mismo
escribió de “los
poetas filósofos”, pero nadie escribe ya ni de su filosofía ni de su
poesía.
Siendo
realista creía que la realidad tenía en sí las esencias, combinando de un modo
singular realismo y platonismo. Singular y tan complejo que aún a día de hoy
sigue siendo conflictivo la interpretación de sus textos.
Santayana
no fue liberal. De hecho rechazó el liberalismo y suele considerarse como un exponente
del conservadurismo del siglo XX. Sin embargo es su crítica al liberalismo tan
aguda y tan inteligente, que su texto merece un análisis detenido. Análisis que
en mi caso me lleva a reafirmarme en mis principios liberales.
Analicemos
su texto “La
ironía del liberalismo” de 1921. Un texto donde intenta demostrar que el
liberalismo es contradictorio en sus propios términos.
Comienza
con:
Los antiguos, que algo sabían de estas
cosas, la libertad y la prosperidad eran difícilmente compatibles; sin embargo,
el liberalismo moderno querría reunirlas. Los liberales creen que la libre
investigación, la libre invención, la libre asociación y el libre comercio
producen la prosperidad.
Pero
luego se cuestiona si el mero poseer da la felicidad, una cuestión que aún
muchos liberales a día de hoy confunden liberalismo con bienestar material,
pero como dice Santayana:
Ahora bien, ¿cuál es la dirección del
cambio que les parece un progreso a los liberales? Un liberal puro replicaría
que la misma dirección de la libertad: el ideal es que cada hombre se mueva en
la dirección que le plazca, con ayuda de quienes estén de acuerdo con él y sin
interferencias de quienes no lo estén. Concebida de este modo, la libertad
sería idéntica a la felicidad, a la vida espontánea, vivida sin culpa y con
seguridad, y el impulso del liberalismo dar a cada uno lo que quiera, en la
medida en que fuera posible, sería idéntico a la amabilidad
Y
es importante que el liberalismo en esencia renuncia a juzgar la felicidad o
los fines de los demás, pues una vez que los persiguen hemos de asumir que son
los que desean perseguir.
Y
esta ironía es la que presenta Santayana, pues los liberales no se quedan en
esa mera distancia de juicio que no juzga, sino que pasa a admirar más el
progreso decimonónico que ningún otro, no porque haya sido lo que la mayoría de
las personas hayan perseguido, sino porque lo consideran bueno en sí mismo. Y
entonces, cuando el liberalismo propone unos valores concretos, o un
determinado progreso, es cuando se vuelve esnobismo (y bien cierto es que los
liberales tienden a ser snobs, en 1921 y en el 2012):
La filosofía liberal, en este punto,
deja de ser empírica y británica para convertirse en alemana y trascendental.
Ahora opina que la vida moral no es la búsqueda de la libertad y la felicidad
de cualquier clase por toda clase de criaturas diferentes; es el desarrollo de
un solo espíritu en la vida a través de una serie de fases necesarias, cada una
más elevada que la precedente. En consecuencia, nadie podría en realidad o en última
instancia desear algo distinto de lo que desean los mejores. Este es el principio del esnobismo más elevado y, de hecho, todos los
liberales serios son esnobs superiores.
Pero
entonces se esfuerza George en demostrar que sí hay valores morales, y lo que
es más, que los hombres eligen distintos caminos, y que la mera apelación a la
libertad no es suficiente (“¿no serían los
animales, al menos aquellos que no son gregarios, los liberales perfectos?”)
Y
Santayana habla del amor, señalando que la libertad total no garantiza el éxito
en el amor, que se rige por otras leyes más allá de la propia voluntad, que
cuando nos domina puede no llevarnos a la felicidad. Pues el ideal del amor
romántico no lleva sino a la insatisfacción en su comparación con la realidad,
dice:
¿Y qué ocurre con la libertad en el
amor? Si hay una criatura candorosa y alada entre los inmortales, es Eros;
cuanto más libre e inocente sea el amor, más revoloteará, mayor será su alcance
y más alto se remontará.
Y también habla de la filosofía, pues la
política liberal no llena la vida del hombre. Y dice que cuando se presenta a
los hombres la posibilidad de alcanzar todo el bienestar material también se
les presenta la frustración por no alcanzarlo:
La política no puede proporcionarle la
verdadera libertad al alma; esa libertad ha de lograrse, si se puede, mediante
la filosofía, pero el liberalismo puede deparar muchas oportunidades para
lograrla en la vida externa del hombre
Como
se ve Santayana no se consideraba un liberal. Pero su crítica a el liberalismo
sigue siendo válida 92 años después, señalando lo mejor del liberalismo, y
señalando lo poco que en ciertos aspectos nos hemos corregido nosotros mismos,
los liberales.
Que
todos los hombres persigan sus propios fines, y que persiguiéndolos asumamos
que persiguen su felicidad, no quiere decir que todos los caminos lleven a la
felicidad de la misma manera (ni que esta sea única o la misma para todos).
Que
el liberalismo produzca bienestar material no quiere decir que ese sea su
objetivo, ni que a este fin se pueda sacrificar todo principio.
Que
el liberalismo es una teoría política, una doctrina económica, y una visión del
mundo, todas estas cosas muy ciertas y muy necesarias, pero no son ni una poesía
ni una filosofía, ni una guía para vivir ni una respuesta a la trascendencia,
sino la libertad para perseguir cualquier respuesta, es abrir las puertas, ampliar las opciones, pero no una guía para el camino.
El
liberalismo es tan solo el principio, no hace el recorrido, tan solo traslada a
cada individuo la responsabilidad de elegir qué camino seguir.
¿Quién
se acuerda ya de Santayana? ¿quién le lee?
(Según googleo veo que Savater todavía le recuerda, e incluso le dedica un vídeo explicando su pensamiento.O que se organizó un congreso científico sobre su pensamiento).
Pero,
¿quién recuerda hoy en día a Santayana?
No hay comentarios:
Publicar un comentario