¿Por qué actúan los hombres?:
Algunas cuestiones sobre los
fines
Los hombres actúan.
Los hombres hacen cosas. Eso es evidente,
pero: ¿Por qué actúan los hombres? Esa es ya cuestión de mucha más enjundia, y
nos lleva al problema de los fines
para responderla.
Es
esta una disertación sobre epistemología económica, por lo que será una disertación aburridísima para la
mayoría, y perfectamente evitable para cualquiera que no tenga una obsesión
económica. Sin embargo considero que es una disertación importante para cualquier economista, pues se cuestiona cuál es el
objeto de la economía; interesante para
cualquier humanista, pues se plantea qué pueden conocer los hombres de sus
semejantes; e imprescindibles para todo
economista austriaco, pues señala algunos problemas de nomenclatura dentro
del paradigma y algunos problemas de conocimiento en el axioma de la acción
humana.
La cuestión terminológica: objetivos y motivos
Primero hemos de aclarar la la cuestión terminológica, en economía (y muy especialmente La ascuela
austriaca de economía) utiliza el término “fines” para conceptos muy distintos,
produciéndose una cierta confusión.
De hecho se llega a hablar de “fines
intermedios” lo que es un oxímoron, o
es un fin o es un medio (inter-medio no es sino una redundancia en este caso).
Se tiende a confundir “fin” en el sentido del objetivo
de la acción, aquello que se quiere alcanzar; con el motivo de la acción, con
su porqué, con su razón, su motivación, en definitiva: su propósito.
Insistiendo sobre la distinción, una cosa es el
objetivo inmediato (el fin), que es hasta físico en muchos casos, la situación
mejor que se quiere alcanzar con la acción; y otra el motivo, la razón de la
acción, que es mediato y tiene un porqué intelectual, el propósito.
De hecho, dentro del esquema de la Escuela
Austriaca es argumentable decir que los fines se definen por un razonamiento circular.
¿Por qué actúan los hombres?, para conseguir unos
fines.
¿Qué son los fines? Aquello que quieren conseguir
los hombres cuando actúan.
Esto es en mi opinión un razonamiento circular: se
define la acción en función de los fines y los fines como el objetivo de la
acción.
El axioma de la acción humana frente a los fines
Pero si se acepta que la
acción humana es un axioma y por tanto no debe ser explicada sino
constatada, entonces se plantean nuevos problemas.
Aceptando el
axioma (y ya es aceptar, pero esta cuestión la dejamos para otro argumento),
entonces lo que se hace es presuponer una racionalidad a los hombres que
es difícil justificar.
Nosotros sabemos, constatamos, que los hombres
actúan, que actúan para perseguir unos fines es una suposición de racionalidad
lógica pero injustificada por el mero axioma de la acción humana. Lo único que
constatamos es que los hombres actúan, y presuponemos que sus acciones tienen
sentido, objetivos y por tanto fines, pero yo sospecho que los hombres actúan
por el mero hecho de actuar, porque están vivos y hacen cosas.
Los
hombres actúan pues están vivos, y estar vivo en los hombres no es algo pasivo
sino activo, implica acción, implica hacer, hacer
algo. Es por eso que los hombres actúan: pues viven.
Hay que hacer una distinción de racionalidad, Mises dice que todas las acciones de
los hombres son racionales en el sentido de que toman la mejor alternativa
posible de entre las que tienen. Y eso es una obviedad lógica. Pero todas las
acciones de los hombres no son racionales desde el punto de vista de que tengan
una razón.
Y aquí se hace relevante la primera distinción
terminológica; las acciones de los hombres son racionales desde el punto de
vista de que persiguen un fin, pero no desde el punto de vista de que tengan un
propósito.
Y con éstas distinciones hechas se puede abordar
mucho mejor otros problemas que planta la concepción de los fines en la escuela
austriaca.
En la encomiable labor que ha hecho la economía por
refutar la perniciosa teoría de que los fines (o las utilidades o los deseos)
de los hombres son listas cardinales que se pueden comparar, se ha insistido mucho
en que son listas ordinales,
y por tanto incomparables.
Pero es que ni siquiera esto es cierto, los hombres
no tienen listas ordinales de sus fines. Ni implícita ni explícitamente.
Los fines de los hombres no son algo definido,
coherente y ordenado.
Más bien los
hombres quieren muchas cosas, quieren cosas contradictorias, las quieren todas,
y no saben porqué las quieren. Pero lo que quieren lo quieren ahora, porque
mañana podrán querer otras cosas completamente distintas por los mismos motivos
(esto es, cualesquiera) por los que quieren lo contrario ahora.
Como dice el gran filósofo Nassim Taleb:
"The first, and hardest, step to
wisdom: avert the standard assumption that people know what they want."
Que la mayoría de los hombres no tienen listas
ordenadas escritas de sus fines es una evidencia. Los que lo hacen sólo pueden
ser llamados obsesos maniático-ordenacionistas-taxonomistas.
Sin embargo, la escuela austriaca de economía parece aceptar que los hombres
tienen fines definidos y ordenados. De hecho con reiteración se emplea el
término “se elige el fin superior” -lo que implica que hay una ordenación de
ellos-.
Pero en realidad para la correcta explicación de
los fines en la escuela austriaca debemos volver a la valiosa aportación –una
de las pocoas valiosas aportaciones suyas- de Samuelson de: “las preferencias reveladas”.
Sabemos lo que los hombres hacen porque lo vemos, pero no sabemos el porqué lo
hacen.
De hecho, y esto es aún más desconcertante, cuando
los hombres realizan una acción presuponemos (pues les presuponemos
racionalidad) que la hacen por lograr un bien (lo contrario sería un oxímoron ya que nadie quiere
lograr un mal), pero no sabemos si logran su fin con la acción, no sabemos si
cumple su objetivo, sabemos que actúan, y presuponemos que lo hacen para lograr
algo, pero no sabemos ni qué quieren lograr, ni si lo logran.
En fin: La cadena de porqués.
En fin, se puede decir que mis dudas con respecto al
tratamiento de los fines en la escuela austriaca parten de una importante distinción;
la de los fines como objetivo y de los fines como razón. Y me parece muy
importante marcar esta diferencia, pues permitirá a la escuela austriaca tener
mejores respuestas a los porqués de la
vida.
Una persona es más coherente, y una tesis más
convincente cuantos más porqués
resiste.
Si a un hombre le preguntamos: ¿por qué haces esa
acción? Dará una respuesta, si le continuásemos preguntando irá dando más
motivos, razones o propósitos, hasta llegar (en no menos de cinco porqueses según mi experiencia) a un razonamiento último (normalmente o Dios
o porque sí).
Y por este iter de porqués pasamos de la acción
misma a la economía, y de ésta a la psicología, a la timología, a la política, la sociología, la ética y a la religión. Cubriendo por tanto toda la praxeología en el
sentido amplio, cubriendo todo el hacer humano.
El marcar el carácter desordenado incoherente e
inarticulable de los fines y de los objetivos de los hombres refuerza las
críticas al homo economicus racional
que siguen utilizando algunos paradigmas neoclásicos, y permite a la escuela austriaca estudiar a
hombres de carne y hueso, sin juzgar sus fines ni hacerles prescripciones sobre
sus acciones.
Podemos estudiar a los hombres que actúan, pero no
podemos conocer porqué actúan, los porqués,
las motivaciones de los hombres están
fuera del alcance del conocimiento de los otros hombres. Incluso de los
economistas austriacos.
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